Los medios que sufren los avatares de ser total o parcialmente desconocidos por el gran público suelen auto-denominarse independientes, simplemente por las connotaciones positivas que acarrea. La pregunta que le surge al lector es sobre la relación de independencia autoproclamada del medio en cuánto a qué.
Algunos medios disfrazan la incapacidad para conseguir avisos publicitarios o la falta de interés generalizada por anunciar en su medio, con una falsa premisa de condicionamiento y se abrazan entre ellos felicitándose por su capacidad para mantenerse al margen del capital económico. Es real que quien pone plata, en cualquier ámbito de la vida, puede a cambio exigir algo. Pero analizar bajo esa lupa a los medios de baja-intermedia circulación es un error grave. La gran diferencia es que en los medios masivos los trabajadores viven del sueldo que perciben y en los auto-proclamados medios independientes las remuneraciones o no existen o son irrisorias. Entonces las decisiones editoriales en los medios masivos se toman en pos de un fin económico y de una rentabilidad establecida por sus accionistas. En un medio de baja circulación ganar o perder un anunciante, aunque siempre puede ser doloroso, nunca representa la posibilidad real del cierre del medio ya que su meta inicial nunca fue un rédito económico sino la puesta en juego de determinados discursos que supusieron olvidados o silenciados.
También suena muy inteligente repetir, en una reunión de sábado por la noche, que la publicidad dentro de un medio condiciona sus escritos, nuevamente la diferencia entre las estructuras de funcionamiento marca el error. En los medios masivos la mayoría de las notas son específicamente encargadas de forma vertical del editor a los redactores y orientadas dentro de un marco político (no es muy difícil saber qué discurso tendrá La Nación frente a un gobierno peronista, ni que postura política tendrá Página 12 frente a los derechos humanos). En los medios de baja-media circulación la proporción es inversa. Las notas surgen de los colaboradores y luego son debatidas en conjunto por la redacción en busca de una discusión o una puesta en común donde los anunciantes (que rara vez son multinacionales y cuando lo son los montos que ponen en juego no determinan el cierre de un medio) son de corte minorista como la ferretería de Lucho o el taller literario de Juancito, no son tomadas en cuenta para decidir la publicación del artículo.
El pensar que el mero hecho de que una publicidad impresa en una revista, colgada en un banner de un blog, o emitida por una radio pone en juego la veracidad o el valor de un discurso es un análisis tan simple como infantil. La proclamada independencia intelectual se pone en juego en el momento en que el medio pierde su objetivo inicial, el de exponer para el debate y la crítica determinado cúmulo de ideas que no se encuentran en los medios masivos. La única forma válida para probar o aniquilar la idea de que un medio es independiente es mediante el escrutinio de su discurso y su silencio.