domingo, junio 03, 2007

Te espero Godot




Sentado en los umbrales de un nuevo siglo, sin pasado, indiferente al presente y al porvenir, arrutado; astrolabio sin estrellas, barco sin bitácora; entre magnolias y gladiolos mustios, entre epitafios y sombras, entre orines y caballos, mirando pasar desde la costanera el río turbulento y lato
te espero, Godot.
Huracán sin ojo, agricultor de amargos, con más tristeza que aladrería dispersa y abandonada, quintería desierta, más cegata el alma que los ojos, en tachos de basura, a horcadajas sobre tubos con cieno, sin poder agarrarme, sin catalina ni caballo para galopar, sin expectativas ni vanas esperanzas; orinador desde la altura y con más agujeros metafísicos que un queso gruyere
te espero, Godot.
A la deriva, en las sentinas pero nunca en las sementeras, en las hojas que el viento del otoño se lleva irremediablemente, desde el silencio de los silencios y la soledad en compañía; en el pináculo del templo, en la escuela de pobres, en el brazo escuálido de la niñez efímera, en el muladar de la lengua mendaz de los políticos, en el estercolero donde el pollo mundo escarba todas las inmundicias; rudimentando baldosas al destajo
te espero, Godot.
Con la sabandija que se solaza en los maizales, chioclo sin barba, rebasando el gazofilacio de escupitajos en vez de ofrendas, con el tamo en las narices, con loos que no tienen mañana ni porvenir, ninguneado de todas las decisiones, metiendo las manos como garfios en el abrigo raído de mis cincuenta años para sacar nadas y supuestos como monstruos de la galera, en el redondel del toril, en la mano sin mitón, solo sin compañía, gritando en silencio por mi lagrimal trunco, bípedo torpe, azulejo cuadrado, entre las encías masticando carbunclos y mis acrobacias sin cuerdas ni payasos
te espero, Godot.
Entre las multitudes bobas, peatón en la gran ubre, faquir lleno de clavos y de picas; atormentado y vano entre ufano y orondo, descarnado entre el puro hueserío y los humores acuosos; esperando en vano que metas la mano en el costado, ausente como el frescor en medio de la canícula, sin antes, hoy ni después
te espero, Godot.
Aunque no vengas nuca. Aunque no hayas sido. Aunque la espera sea vana. Aunque no tengas estirpes ni blasones. Aunque tus asomos sean negados. Aunque te refuten.
Desde la noche de mi estropicio, con la boca llena de cascajos y las manos ahítas de dolores
te espero, Godot.
Jorge Castañeda
Valcheta Río Negro